En diciembre de 1992, 500 años después de la conquista de América y el genocidio indígena, una descendiente de mayas era recibida por la Casa Real de Noruega como símbolo de la esperanza de hermanar a los pueblos. Aquel Premio Nobel de la Paz significó uno de los primeros reconocimientos para el mundo de los humildes y los pueblos olvidados. Fue entregado a una mujer tan sufrida como valiente, quien tuvo un papel fundamental en el proceso de pacificación de Guatemala (culminado dos años antes): Rigoberta Menchú.
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