En el Cauca, Colombia, la violencia es una constante. La amenazas y ataques a quienes defienden el territorio, el medio ambiente y los derechos de los pueblos indígenas, han escalado a niveles desproporcionados, alcanzando incluso la vida de las infancias. Por eso, para Aida Quilcué, agachar la cabeza no es una opción.
“Eso es lo que el enemigo quiere”, dice la lideresa indígena del pueblo nasa, quien ha vivido los ataques en forma directa: su esposo fue asesinado en 2008. “Pero ahí ha estado la comunidad, la gente que nos anima para continuar ese trabajo que hemos encaminado”, asegura.
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