Otilia Lux de Coti: tejedora de paz

La paz no se logra, se construye

  • Por Dra. Myrna Cunningham, presidenta del Consejo Directivo, FILAC

Vivir, sentir y enfrentar los horrores de la guerra requiere de una enorme capacidad de “coraje, corazón y visión colectiva”, y continuar luchando después, todos los días, el resto de tu vida, para transformar los factores que llevaron al conflicto y evitar su repetición. Eso es lo que hace a los seres humanos, ser “imprescindibles”. Esa es una de las razones, por las cuales admiro a Otilia Lux de Coti.

Es una mujer Maya K´iche´ guatemalteca que fue miembro de la Comisión de Esclarecimiento Histórico (CEH), creada en el marco del proceso de paz en Guatemala, entre 1991 y 1996, entre la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) y el Gobierno guatemalteco, con el mandato de esclarecer lo que pasó durante los 36 años de conflicto armado. Otilia tuvo, por lo tanto, la responsabilidad de escuchar, confirmar, analizar y como dice ella, “escribir con profundo sentimiento y dolor”.

Sobre esa experiencia, Otilia recuerda que “escuchar el dolor profundo de las víctimas del Conflicto Armado Interno, me provocaba coraje, llanto e impotencia. Pero, la misma situación dramática, me hacía nacer la esperanza de trabajar muchísimo para que NUNCA JAMAS volviera a suceder una tragedia similar en nuestros pueblos, en el país y en cualquier parte del mundo.”

Otilia inició su participación política desde muy joven, siendo estudiante universitaria, y la motivó “la sed de buscar justicia para los Mayas, especialmente para nosotras las mujeres que fuimos insultadas, discriminadas, en todos los espacios públicos de mi pueblo, el Quiché”.  Fue una época en la cual, hombres y mujeres Maya, en el movimiento indígena, se plantearon la necesidad de participar en espacios de decisión, lo cual coincidió con el reto similar, del movimiento de mujeres y feministas. Esas dos fuentes de inspiración han guiado su caminar.

Agrega Otilia, que eran tiempos en los cuales prevalecía “la injusticia social, económica y política en contra del Pueblo Maya, a través del despojo de las tierras comunales, la discriminación y el racismo.  La pobreza extrema. La falta de oportunidades de estudios, la falta de agua potable en nuestras casas, el trato inhumano de la élite criolla y ladinos hacia nosotros los Mayas de Guatemala”.  También señala, que le “tocó vivir la tragedia humana mas degradante y nunca vista en mi vida, guardamos completo silencio frente a la violación de los derechos humanos, a la persecución, y al hostigamiento de la institucionalidad armada y civil al servicio del Estado Ejército.  Se paralizó el movimiento Maya, porque varios de los líderes e integrantes fueron secuestrados, torturados y asesinados”.

El Informe de la Comisión-CEH, publicado en 1999, después de escuchar más de 7.000 testimonios, reconoció que el conflicto guatemalteco “fue un genocidio en el contexto de una sociedad desigual y racista”, con la participación de hacendados, empresarios y políticos.

La participación de Otilia, como mujer indígena en la Comisión, garantizó que el proceso investigación priorizara a la niñez, las mujeres, los Pueblos Indígenas; el racismo ejercido   por el Estado y el ejército, y la impunidad política, militar, económica y jurídica. Como resultado, el capítulo segundo del informe final titulado ‘Las violaciones de los derechos humanos y los hechos de la violencia’, especifica la violación de derechos humanos por las condiciones de género, haciendo la intersección entre indígenas y mujeres. El informe muestra, que la práctica más recurrente fue la violencia sexual, ejercida mayoritariamente por las fuerzas estatales en las comunidades indígenas Maya.

Al respecto, Otilia señala lo “significativo y trascendental de que una mujer indígena escribiera la verdad sobre las injusticias, sobre el racismo, sobre las distintas opresiones, por la violación de los derechos humanos; además, sobre los crímenes de lesa humanidad, el genocidio, cometidos por el Estado Ejército en contra de la niñez indígena, las mujeres indígenas, la tierra arrasada en comunidades de los Pueblos Indígenas.  Dar fe también, sobre la violencia institucionalizada y las estrategias terroristas contra los catequistas, promotores educativos, maestros, estudiantes, profesionales, sacerdotes católicos, académicos.  Por otro lado, el papel de las iglesias pentecostales adoctrinando a los Pueblos Indígenas para su conversión, porque así se podían salvar de la guerrilla y del Ejército, de lo contrario, se les señalaría de comunistas o guerrilleros”.

Otilia valora que fue importante incidir en los aspectos metodológicos de la investigación, definiendo medidas de seguridad en la recolección de datos, las entrevistas, la firma de los testimonios: “había demasiado miedo para brindar testimonio por parte de los Pueblos y Mujeres Indígenas”.  Generó confianza el uso de los idiomas Mayas, además del español, “esto sembró confianza y restó un poco el miedo y el terror de muchísima gente”.

Concluye que la violencia sexual fue una forma de atentar contra toda la comunidad, puesto que generaba no solo daño individual, sino colectivo. La violencia, específica  contra las mujeres, fue estratégica,  porque provocó la disolución de la organización social comunitaria, alteró los roles establecidos, causó el desalojo y despojo del derecho a la tierra y vulneró al cuerpo social e individual.

El informe de la Comisión, sentó las bases para comenzar a documentar el impacto de los conflictos armados sobre las mujeres y, el papel que ellas juegan en los procesos de paz. Fue hasta el año 2000, que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU), adoptó la Resolución 1325, que trata sobre el estatus de las mujeres en contextos de conflicto, y la perspectiva de género en situaciones de vulnerabilidad humanitaria, estableciendo la Agenda “Mujeres, Paz y Seguridad” (MPS).

Esa Resolución aboga por la adopción de una perspectiva de género, que incluye las necesidades especiales de las mujeres y las niñas durante la repatriación, reasentamiento,  rehabilitación, reintegración y reconstrucción post-conflicto. Es el primer documento formal y legal del Consejo de Seguridad, que exige a las partes en conflicto que respeten los derechos de las mujeres y, apoyen su participación en las negociaciones de paz y en la reconstrucción post-conflicto.

Adicionalmente, el Estatuto de Roma, que es el instrumento constitutivo de la Corte Penal Internacional, adoptado en Roma, Italia en 1998, y que entró en vigor en 2002, tipifica como crímenes de lesa humanidad la violación, esclavitud sexual, prostitución forzada, embarazo forzado, esterilización forzada o cualquier otra forma de violencia sexual de gravedad comparable. Los aportes de Otilia en la Comisión, son precedentes importantes en caso de actuales y futuros conflictos.

Otilia continúa luchando, desde espacios locales hasta el nivel global, como maestra, pedagoga, política, activista: ha sido Ministra de Cultura y Deportes, representante ante el Consejo Ejecutivo de la UNESCO,  diputada al Congreso de la República,  experta en el Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas de las Naciones Unidas, directora ejecutiva del Foro Internacional de Mujeres Indígenas, docente en el programa de liderazgo de mujeres indígenas en la Universidad Indígena intercultural, entre otras muchas responsabilidades. Sigue apostando a la paz; sigue promoviendo medidas de reconciliación para fortalecer el proceso democrático en su país, fomentar la cultura de respeto mutuo y de observancia de derechos humanos, sigue trabajando para preservar la memoria y reparación de las víctimas. Pero también sigue trabajando en el establecimiento de normas internacionales a favor de los Pueblos Indígenas y particularmente de las mujeres y niñas.

Nos recuerda, sin embargo, que para la reconciliación y sostener la paz, es necesaria la justicia; que la construcción de la paz es un proceso activo y transformador, que requiere la participación y compromiso de todas y todos, por el cambio social constructivo. En ese sentido, nos dice que la paz no se logra, se construye. Se construye con voluntad política, con conciencia social, con visión de país, con movilidad social, con una agenda común, que se constituya en un pacto social y político, con la participación de todos los sectores y con recursos técnicos y financieros.

Para Otilia, la paz significa “vivir en plena armonía con todas las personas; estar conectados- as con la Madre Tierra, estar feliz conmigo misma por servir y participar.  Es escuchar y entender a la otra persona. Es sembrar semillas de amistad, de confianza y de reciprocidad. Es respetar las ideas de las otras personas. Es abrir diálogos transparentes, sostenibles y tolerantes. Vivir en orden, cumplir con reglas claras.  La paz significa para mi, que todos tengamos alimentos, agua potable, acceso a la educación, a la salud y a la justicia; entonces habrá SOSIEGO, como decían mi abuela y mi madre, que significa alcanzar la plenitud de la vida con transparencia, verdad, justicia y paz”.

En mi Pueblo, la palabra paz, casi es sinónimo de Buen Vivir. Creo que todos los Pueblos Indígenas, coincidimos con Otilia. Sus aportes, al tejido por la paz de las mujeres indígenas de Guatemala, sigue abriendo caminos de esperanza.

Ultima actualización: 25 septiembre, 2021

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